Nota: Ilan Kazez
“Originalidad” y “talento” son las dos palabras que describen a los shows que serán parte de la apertura de la décima temporada del Parador Konex. Hablamos de Louta y de Morbo y Mambo, dos de las propuestas más innovadoras de la escena actual. Sus estilos son bien diferentes, pero ambos se destacan por ofrecer espectáculos divertidos, desprejuiciados y cargados de intensidad.
“Quiero hacer el mejor show del mundo”, dice, sin tapujos, Louta. Y para lograrlo, hace lo que sea necesario. Una burbuja gigante que recorre el público, coreografías milimetradas con bailarines, escenografías, lluvia, plumas, pop, rap, trap, cumbia, reggaetón. En su show, hay de todo.
Louta, de 23 años y cuyo verdadero nombre es “Jaime James”, irrumpió en la escena en diciembre de 2016, cuando colgó en YouTube un disco homónimo, de canciones cortas y pegadizas, con variedad de géneros y marcadas por un lenguaje coloquial y contemporáneo. Con títulos como Alto uach o Cuadradito de prensado, en pocos meses el disco acumuló miles de reproducciones. Pero su verdadero impacto, lo que logró que se llevara todo por delante y se convirtiera en uno de los sucesos de 2017, fue la fuerza de su show en vivo.
“Nací dentro de un teatro, quieras o no así me formé, y hay cosas del oficio mismo que aprendí por estar parado ahí”, explica. Es que arriba del escenario, Louta combina con carisma y soltura su ADN con la ansiedad juvenil. Sus padres son nada menos que Diqui James y Ana Frenkel, fundadores de los grupos de teatro De la Guarda y Fuerza Bruta, pero aclara que eso es solo una parte de su esencia: “No me pone en un lugar de ventaja, son algunas condiciones que pude aprender y mamar, pero después, uno tiene que hacer su propio camino”.
Ese “propio camino” es lo que encara a través de un espectáculo ecléctico y performativo, que captura la velocidad de la era de las redes sociales. “Estamos acostumbrados al ritmo del scrolleo, en el que hay una persona tocando el piano, un video de Maradona, de repente, un discurso político y de repente un video de una chica tocando el ukelele en la playa”, comenta al hablar sobre la organización de los tiempos de su show.
En su espectáculo no todo está cerrado de antemano, y siempre hay lugar para la sorpresa: “Hay 50% de cálculo y 50% de improvisación. Está todo armado, pero después, hay mucho que surge de lo que nos guste jugar ahí. Cuanto más armado está, mejor es la improvisación. Es como si jugás al fútbol sin pelotas, sin arcos, sin la cancha marcada, es un embole. Pero cuando uno pone las condiciones, el juego es mucho más divertido”, señala.
Tal vez, uno de los rasgos que explican su éxito sea su enorme ambición. “El 2017 fue un año muy fuerte, pero es el principio de todo”, cuenta entusiasmado. “Del shampoo, es como la muestrita que viene en la revista. Es el comienzo de una gran cosa. Tenemos un sueño gigantesco”, concluye.
Morbo y Mambo la juega distinto. Con la fuerza de una música principalmente instrumental, prefieren evitar los personalismos y encarar el show como una energía colectiva. “Si bien nos encanta tocar, no esperamos que nos vengan a ver a nosotros, sino que vengan a tener la sensación”, explica Mateo Aguilar, baterista de la banda. “A nivel visual, no es tan trascendente lo que podamos estar haciendo nosotros, y una buena manera de sacarle a la gente la presión de mirar a los músicos es utilizar visuales, escenografías específicas o las luces y el humo. La idea es que se desdibuje la banda y que el escenario sea la fuente, pero que la energía esté por todos lados”, añade el bajista Manuel Aguilar.
Cuando se le pide una definición del show de Morbo y Mambo, Mateo lo resume de la siguiente manera: “Nuestro show es como el hijo bastardo de James Brown, Pink Floyd y Daft Punk”. La síntesis revela las multiplicidades de influencias con las que carga la banda. Está la calentura de la música negra (James Brown), el cálculo del rock progresivo (Pink Floyd) y la mirada futurista de la electrónica (Daft Punk). Parece contradictorio, pero no lo es. “El show de Morbo y Mambo es algo que apunta mucho a moverte el cuerpo, pero por la cantidad de capas que tiene, todo el tiempo te lleva como a una especie de diálogo interno, de introspección”, desgrana Manuel.
Durante 2017, la banda originaria de Mar del Plata se dedicó a trabajar en su tercer disco, Muta, que vio la luz en septiembre. Se trata de un trabajo fuerte, que volvió a patear el tablero de lo que venían haciendo, con un sonido orientado más al pop y a las texturas electrónicas y, por primera vez en muchos años, le dieron letra a algunas de las canciones, de la mano de invitados como Andrés Nusser (Astro), Nick Allbrook (Pond) y Santiago Motorizado (El Mató a un Policía Motorizado). “Es la premisa que nos pusimos al principio: ‘No seamos una banda de género, seamos una banda degenerada”, sostiene Mateo. “Si vos deconstruís la música de Morbo, te das cuenta de que, por ejemplo, la línea de batería o los caños son de funk y el bajo es mucho más tecnoso. Esa cosa de poner, en una batidora de géneros, elementos que no están acostumbrados a vivir juntos fue una premisa, y en cada disco intentamos reformular esa idea”, agrega.
En este sentido, el título del disco parece ser bien ilustrativo de su espíritu inquieto. “La mutación es, un poco, la capacidad de adaptación y pensar que hay una cierta anomalía desde el origen. La mutación en el sentido teórico es como una transformación, un alterado, un raro, un sobrenatural desde el origen de las cosas, no desde la evolución”, indica Manuel.
El ser una banda instrumental es un aspecto clave que juega a favor de esta postura libre y experimental. “La idea de saltar al vacío, al ser instrumental se hace más fácil, porque se hace más intuitivo todo”, comenta Manuel. “No hay una voz, una melodía que gobierne al tema. Hay un trabajo de capas que hasta el último momento en el estudio no se da por terminado, siempre puede aparecer algo más”, compelta. Este rasgo también es importante para poder moverse en vivo, y por eso, cada show de Morbo y Mambo puede ser completamente distinto del anterior: “Pensamos dónde vamos a estar tocando y cuál es la paleta de la noche. Hace poco tocamos con Pez y en octubre tocamos en el Konex, en el Festival Viaje de Agua, de Poseidótica, entonces sabíamos que los temas iban a ser más rockeros. Es distinto si estamos en una fiesta a las 3 de la mañana o con una banda de cumbia o en un festival de jazz contemporáneo a la tarde. También, cambia mucho si es al aire libre o cerrado. Siempre elegimos qué carácter va a tener el show, incluso antes de subir, e incluso cuando ya estamos arriba del escenario”, continúa Manuel.
La maleabilidad del sonido de Morbo y Mambo sucede a tal punto que de un show a otro, los temas pueden llegar a sonar distinto. “Nos pasó con todos los discos a la hora de tocarlos en vivo, empezamos a tocarlos más seguros y luego aparecieron espacios de improvisación o variaciones dentro de las estructuras”, comenta Mateo. “Tal vez, la duración es la misma, pero si vas a varios de nuestros shows, te das cuenta de que los mismos temas dentro de su parte interna, van mutando”, finaliza. Con estas dos propuestas, la noche inaugural de la nueva temporada del Parador Konex estará repleta de música de alto vuelo que apuntará a estimular todos los sentidos. •